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Mar Ramos Sanz
25/09/2023 12:34Categoría:Madres con hijos o hijas con enfermedades o necesidades especialesVAMOS AMIGA
Café en mano, con sigilo y a semioscuras, Marina se sentó en la mesa del salón y cogió su móvil. Éste era el momento del día realmente "para ella". Cuando todo estaba en silencio porque Antonio había salido con el perro y Héctor su hijo de 7 años aún, afortunadamente, seguía dormido.
Se dispuso a ver los mensajes de Whatsapp del grupo de madres/amigas/confidentes de la noche anterior, 34 mensajes. Antes de leerlos y tratar de hacer su aportación mañanera, miró sus mensajes de Instagram. Efectivamente, ahí estaban los mensajes que enviaba Carla de madrugada, y le hacían reír cada mañana, un reel y dos memes. Se rió por "lo bajini". Carla sigue sin dormir bien o directamente no ha dormido, pensó. Bueno, un poco como yo misma, pensó también. Todas las noches se acostaba "temprano", con la esperanza de poder descansar y coger fuerzas. Para, despertar al día siguiente con una sensación de cansancio y de no haber dormido lo suficiente o casi nada. De tal manera que, el cansancio físico y mental se iba acumulando día a día.
Después de reír un ratito, se dispuso a leer los 34 Whatsapps y un escalofrío le recorrió la espalda. Lo que temía, al igual que Héctor, Eva no había pasado una buena tarde-noche. Ambos niños, autistas estaban pasando una mala época, por decirlo de manera bonita.
Héctor, al ser no verbal expresaba su malestar con gritos de desesperación que recordaban a una película de terror. Gritos que se producían, a veces en momentos concretos, a veces cuando la crisis se desataba, durante interminables minutos, acompañados de golpes y descontrol. El caso de Eva, para ella, a pesar de no ser su madre, le resultaba incluso más doloroso que el de su propio hijo. Por suerte o desgracia Eva podía decir ¿Qué le pasaba?
No quiere ir al colegio. El mero hecho de pensarlo le generaba una angustia tal que podía (como así era), pasarse toda la tarde "en bucle" gritando, autolesionándose, lesionando a los demás y así un largo y doloroso etcétera. "Héctor está igual" escribió en el grupo junto al emoticono de abrazo. Pero no, Héctor no estaba igual. En el fondo Marina sabía que tarde o temprano ella y su marido Antonio darían con la causa. Se habían vuelto "nivel experto" en descubrir las causas de las crisis de su hijo. Casi todas llevaban a lo mismo, frustración por no poder comunicarse.
l caso de Eva es distinto, la causa de su malestar está ahí y se conoce, el colegio. Pero, su amiga Carla puede hacer muy poco para cambiar la situación ella sola, aunque, lo siga intentando todos los días. Todos los días gestiona la frustración de su hija como una experta, todos los días va a la hora del recreo a "espiar" que está pasando y todos los días ve a su hija sola, a veces jugando, a veces llorando a veces abstraída aleteando pero, sola. Todos los días recoge a su hija mal y con una montaña de deberes sin adaptar para hacer en casa porque, en el colegio Eva ha estado básicamente dibujando todo el día.
Marina sintió una oleada de angustia recorriéndole el cuerpo al pensar, primero en esa niña de 9 años que ya sabe lo que es el rechazo, la ansiedad y la frustración del saberse distinta a los demás, y luego por su amiga Carla, por no poder ayudarla lo suficiente.
Es curioso, pensó, como dos situaciones tan distintas pueden parecerse tanto. Ambos niños autistas pasando por épocas muy malas. Ambas madres cansadas de luchar contra todo, cansadas de reinventarse todos los días, cansadas de tener que explicar a los "expertos" qué hacer, cansadas de ir de un especialista a otro y de una terapia a otra. Esperando tener una tarde tranquila (ni siquiera un día, una tarde). Lo único positivo de todo esto, pensó, es que no estamos solas, nos tenemos las unas a las otras y eso muchas veces, es lo que nos sostiene.
Buscó un reel gracioso en Instagram, se volvió a reír casi silenciosamente y se lo envió a Carla junto a su clásico mensaje de ánimo entre ambas, "Vamos amiga".
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